lunes, 15 de enero de 2018

Sobre el Valor de lo Escaso.



Zabaleta Mercado es posiblemente uno de los autores más utilizados en los discursos binarios al respecto de la patria, sobre sus enemigos y el deber ser de la nacionalidad boliviana, con su afirmación algo escueta de que Bolivia es una nación abigarrada pretendía otorgarnos algo que jamás hemos llegado a tener del todo, el espíritu nacional.

Un fin noble sin dudas pero ingenuo en sus pretensiones, ya que construir el espíritu nacional requiere un proceso de construcción histórica, política, económica y, social tan extenso y complejo, que no podría lograrse con el amparo de un único intérprete como lo fue Zabaleta Mercado.

¿Pero cuál es la razón de que carezcamos de este espíritu nacional? De extremo a extremo Bolivia cuenta con gente orgullosa de sus respectivas regiones, arguyendo una especie de superioridad en comparación a las demás partes del país unos contra los otros respectivamente.

De hecho el problema radica justamente en eso, al ser un país cuyos habitantes sienten mayor identidad con sus regiones que con su propia nacionalidad la construcción de algo común entre todos, que sería el espíritu nacional, se hace muy difícil de lograr y solo cantamos al mismo ritmo cuando se trata del himno nacional durante los partidos de fútbol que juega la selección nacional.

Este problema se ha multiplicado por 36 el momento en que nos configuramos en una pluralidad de naciones, ya que esta postura heterogénea ha extraviado aún más aquellos rasgos comunes que tenemos o más bien dicho teníamos, la exacerbación de las diferencias solo consigue generar enemistad a diferencia de la aparente unidad multinacional que se pregono en aquellos lejanos años de la Asamblea Constituyente.
Sergio Almaraz afirmo que Bolivia es el país donde todo es mezquino, menos el sufrimiento, en el sentido de que solemos carecer de todo en la vida a excepción del dolor que en muchas ocasiones nos infringimos a nosotros mismos.

Personalmente considero que la sociedad boliviana ha compensado dicha mezquindad con los extremismos, nuestra historia está plagada de momentos en los que de una u otra forma hemos caído en la polarización exagerada dividida en dos denominadores comunes, el primero constituido por entregar nuestro destino en manos de personas ajenas a nuestra realidad, el segundo es en el que somos recelosos en exceso y vemos con malos ojos todo lo que proviene de fuera de nuestras fronteras.

Entre todas estas exacerbaciones existe algo que realmente ha sido escaso en nuestro país, algo tan simple y a la vez brillante que escapa a las visiones binarias que han imperado a lo largo de nuestra vida republicana. Aristóteles llamaría a ese algo lo ecléctico, que no es otra cosa que la búsqueda constante de lo mejor de todas aquellas ideas, posturas, movimientos e incluso enfrentamientos que configuran nuestra historia.

Fue esto lo que impulso a Nelson Mandela a buscar la unificación de Sud África en un momento en que podría haber actuado de manera visceral y haber respondido intolerancia racial con más intolerancia racial, que era lo que muchos de sus partidarios esperaban de él.

Lo ecléctico es pensar sin barandas, en palabras de Hannah Ardent, poder ver las cosas desde el lugar del otro e incluso llegar a darnos cuentas que en esencia nuestras necesidades son similares y que lo que nos separa son enemigos invisibles que han sido creados por telúricos, que solo buscan enfrentamiento ya que sin él no tendrían como vivir a expensas de los demás.

En resumidas cuentas lo escaso es la mesura, que hoy en día es algo con un gran valor no solo axiológico sino que también estratégico, ya que de seguir la ruta trazada hacia el 2025 por un grupo de extremistas irracionales nos veremos en un vórtice de entropía que gira, arrastrando todo a su paso dejándonos divididos y extraviados, listos para ser víctimas del próximo Caudillo de turno.


Christian Andres Gonzales Calla.
   Politólogo.  
 

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