Problemas de la Política
en Latinoamérica (I).
Cuando
escuchamos hablar de política en América Latina, ya sea en los estratos menos
preparados académicamente como en aquellos que aparentan un gran nivel de
conocimientos, la concepción de la misma suele ser negativa en extremo, sin
embargo es una de las actividades a las cuales muchos de sus supuestos
detractores aspiran.
Lo
cual genera muchas dudas, la principal a mi parecer es ¿Qué entienden las
personas en Latinoamérica por política? Si bien puede resultar pretenciosos e
incluso ingenuo el hecho de intentar responder dicha duda sin realizar
encuestas o sondeos de opinión, considero que en realidad la mejor manera de
solucionar este problema requiere mantener cierta distancia de la opinión
común, ya que es justamente de ella de la que deviene la visión, errada en mi
análisis, de que la política es la culpable de los principales males de esta
parte del mundo.
En
primera instancia considero que existe una relación íntima entre la noción de
sociedad y la de la política, ya que el momento de señalar los supuestos vicios
de la actividad política en realidad se está poniendo en evidencia aquellos
vicios que son parte de las dinámicas sociales tanto de su coyuntura como de su
estructura.
Según
Joan Prats, en su colección sobre ensayos de gobernabilidad y gobernanza, el
problema del desprestigio de la política no tiene origen en Latinoamérica, es
un fenómeno casi universal y de razones diversas[1].
Lo
interesante de los ensayos en dicha colección es que señala la particularidad
de que los principales opositores a la actividad política han sido los
dictadores que han existido en diferentes partes del mundo a lo lago de la
historia de la humanidad, desde Franco hasta Castro, los seguidores de
ideologías totalitaristas siempre han visto con malos ojos a la política en
todas sus dimensiones.
El
problema que tienen los extremistas con la política radica en que desprecian
las falsas esperanzas que, según ellos, esta hace para con los habitantes, al
mismo tiempo que enfatizan la raíz social de su causa suprema e indiscutible.
En
realidad lo que disgusta a los extremistas respecto de la política es que esta
tiene como centro el debate, la controversia y el cuestionamiento constante de
todos los actos en la esfera pública, es decir, aquella paz que según los
totalitaristas es su principal búsqueda, descubrimiento o creación en algunos
casos, se vería atacada por aquellos que disienten de la posición de los
autonombrados “defensores de la paz”.
Resulta
hilarante que una de las principales acusaciones que se escuchan, al menos en
Bolivia, es que un miembro de un partido político acusa a los demás partidos
políticos de actuar políticamente, lo que a mi parecer es como acusar a un
zapatero de arreglar zapatos, a un comerciante por comerciar o a un panadero
por hornear panes.
Dicha
conducta puede tener su origen en la herencia que nos dejaron los regímenes
militares, donde el principal triunfo de los distintos dictadores o gobiernos
de facto ha sido el hecho de crear una condición casi genética en las
diferentes sociedades latinoamericanas en la que la mayoría de sus miembros
tienen un temor patológico a la actividad política.
Vemos
que la política ha pasado de ser el espacio en el que se debería tratar todos
los temas trascendentales de la vida pública a ser el depósito de todos los
enojos, rencores y temores de los conglomerados sociales, que han convertido a
la actividad política en el chivo expiatorio ideal para todas las falencias de
la sociedad en su totalidad.
Tomando
todo lo anterior en cuenta es posible concluir que cuando las personas en
Latinoamérica escuchan hablar de política la entienden como un reflejo de su
sociedad, por lo tanto la política no es más que una externalización de todo
aquello que les disgusta de sí mismos.
Prats
manifiesta que la política no es un mal necesario como se la suele catalogar,
sino que representa la preocupación de los hombres libres por mejorar las
condiciones de vida en todas sus dimensiones, es la “ciencia de las ciencias” como la llamo Aristóteles, la política es
creadora de civilización, la manifestación viviente del pensamiento racional en
contraste con los instintos primitivos que residen en nuestro subconsciente[2].
Por
lo tanto es necesario resolver este problema que se encuentra entre los aspectos
cualitativos de la política, mismos que en las últimas décadas han sido dejados
de lado ante los atractivos, aunque vacíos de contenido, aspectos cuantitativos
de la misma, específicamente en la vieja fórmula reduccionista de creer que una
sociedad es más democrática o politizada en la medida en que participa es
continuas elecciones en lapsos cortos de tiempo.
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