El
aborto es un tema muy difícil de tratar, por una parte existe una gran carga
doctrinaria en sentido del derecho como teoría y del cambio que implicaría en
caso de que esta figura jurídica se incluyera en la legislación boliviana. Por
otro lado, existe una serie de posturas muy variadas que van desde lo dogmático
religioso hasta las posturas postmodernas como el feminismo en sus diferentes
versiones.
Sin
embargo existe una característica similar entre estos extremos aparentemente
irreconciliables, cada uno a su manera considera que tiene la palabra final
sobre este problema. Por lo tanto desde el punto de vista filosófico estamos
hablando de una discusión esencialista, caracterizada por argumentos aparentemente
indiscutibles y que tienen que ser aceptados por los demás independientemente
de que estén de acuerdo con ellos o no.
Las
redes sociales actualmente se encuentran plagadas de imágenes y textos que
llegan de ambos extremos, los autos determinados próvida y los simpatizantes del
aborto, ambos grupos exponiendo su postura en sentido de ridiculizar al otro,
al mismo tiempo siendo incapaces de aceptar críticas.
Aquellos
que están en contra esgrimen argumentos moralistas combinados con posturas
religiosas que en la mayoría de sus casos resultan anacrónicas, mientras que
los que están a favor combinan posturas aparentemente racionales con supuestas
investigaciones científicas en sentidos de cuestionar desde qué momento se
considera al cigoto una persona.
Sin
embargo y aunque ambos grupos les moleste lo que voy a mencionar, existe una
raíz común entre todos estos colectivos e incluso en las personas independientes
de la sociedad civil. Al igual que para muchos temas la gran mayoría considera
que la solución tiene que venir del Estado, los partidarios del aborto afirman
que el estado debe garantizar el procedimiento para que sea legal, seguro y
gratuito, mientras que los detractores del aborto aseguran que el estado tiene
que garantizar la protección de la vida en todas sus formas.
Ambos
grupos manejan posturas irracionales en sentido de que no están dispuestos a
debatir y que lo único que les interesa es salirse con su gusto. Por un lado
los pro vidas únicamente se interesan en el nacimiento de todos los niños pero
no así en la manera en que viven, mientras que los pro aborto al parecido
ignoran el fracaso de la educación sexual en Bolivia, por lo que legalizar el
aborto de la manera en que ellos desean desataría una ola de embarazos no
deseados en combinación a enfermedades de transmisión sexual.
Al
igual que en un litigio por tener la patria potestad sobre los hijos, ninguno
de estos colectivos toma en cuenta la precaria situación en la que muchos
bolivianos viven, que en combinación a la promiscuidad de la juventud y la
pésima educación impartida por el profesorado, produce nuevas generaciones que
a la par de no desear responsabilizarse por sus actos esperan que el Estado
resuelva todos sus problemas.
Todo
esto sin dudas es parte del modelo de Estado asistencialista que hemos heredado
de la revolución del 52, en el que no deseamos rendir cuentas de nuestras
acciones pero al mismo tiempo procuramos el amparo de las instituciones
públicas para todo tipo de actividades o situaciones por las que no debería desangrarse
al erario público con más gastos insulsos.
Personalmente
consideró que el aborto debe ser tratado como un tema científico y no así como
un vertedero de las frustraciones tanto de sus detractores como de sus
partidarios. Es muy importante que se dé un trato legal del tema al mismo
tiempo que sea un procedimiento seguro para quienes opten por el mismo, pero al
mismo tiempo aquellos que no estén de acuerdo no tienen por qué pagar con sus
aportes el mismo.
En
resumen, el aborto debe contar con la legalidad y seguridad necesarias en caso
de que sea implementado en la legislación boliviana como un derecho de las
madres gestantes, pero que cada quien pague por este derecho.
Christian Andres Gonzales Calla.
Politólogo.
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